Por fin se le abre una puerta a la Verónica. Mi mujer, con su acostumbrado buen corazón le consiguió que administre un local en el campus de la Occidental y el sábado se le compró todo lo que se necesitaba para empezar y yo tuve que darle hasta mi último centavo para ayudarle a arrancar. Que Dios le ampare y le ayude en su negocio.
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